19. diciembre. 2006

calle Miraflores, Santiago, Chile
Caminábamos nerviosos por calle Miraflores desde Alameda, ella tenía casi 17 y yo 18. En la segunda cuadra en un impulso poco usual en mí, le tomé la mano, me miró y me apretó fuertemente, su mano estaba mojada. Nos sentamos en el portal de una casa antigua, entre la cuarta y quinta calle, atardecía...nos miramos nerviosos, le acaricié su rostro y suavemente escondí el mío entre su cuello y su pelo, sentí su olor maravilloso. Me abrazó nerviosa y hundió sus dedos en mi espalda. Quise besarla y me quitó el rostro. Al rato insistí y accedió, sentí sus labios, sus dientes y su lengua. Mucho tiempo había deseado eso. Nos estremecíamos y nos aferrábamos el uno al otro. Pasó el rato, fue largo , hubiese querido que fuese eterno. En mi mano tenía un lápiz de cera casi derretido. Nos levantamos y caminamos abrazados...más allá nos separamos, un beso marcó el -hasta pronto-. En el portal, quedó solo una huella sobre el muro... ¡MUERA EL TIRANO! (Santiago, Chile, año 1974. Homenaje póstumo al dictador)