18. diciembre. 2006

Talagante, Chile
La medialuna aplaude a las parejas, se cantan los puntos buenos y se vitorea la mejor "atajá". Es un "rodeo" que beneficia a un huaso, que a sus 40 años cayó en esquizofrenia; son más de un ciento de amigos, familia y amantes de la fiesta huasa que se han reunido. En el "casino" (la ramada) un par de huasos cantan con acordeón y guitarra, unos cuantos bailan sus pies de cueca y el resto llena sus mesas con metros cuadrados de cerveza; en la cocina las mujeres preparan la masa, el pino y el fuego del horno para una nueva partida de empanadas.
El novillo (o el toro como muchos dicen) con su mirada asustada espera en la fila su momento para entrar a la medialuna, sangre se desprende de su cabeza, le chorrea caliente y espesa. El resto se enreda, intenta salir y escabullirse como presagiando lo que vendrá, con una picana eléctrica les aplican descargas.
Hay ganadores de las corridas, un par de canosos y experimentados huasos, que celebran con más baile y alcohol. Cae la tarde. Un combo vuela por los aires, varios sujetan a los contrincantes y la gresca se arma. Un viejo con su sombrero, espuelas y manta es ayudado por cuatro huasos a subir a su caballo, los grados de cerveza lo querían en tierra.
Se esconde el sol, en las tribunas queda solo una pareja besándose, en el casino otra pareja aún baila las cuecas de los músicos, los caballos cansados retornan a casa con sus dueños y los novillos son subidos apiñados a dos camiones.
Se entra el sol y la sangre del novillo queda esparcida sobre el terreno polvoso de la medialuna.