10.diciembre. 2006

plaza Baquedano, Santiago, Chile
Era domingo, él lavaba su ropa de la semana, fregaba la tina del baño y aspiraba el piso de su cuarto, entremedio de sus quehaceres prendió la televisión y apareció la imagen del dictador con un titulo que decía ¡Murió!. Llamó rápidamente a sus hijos y miraron durante largo rato las noticias, una profunda emoción le invadía; recordó sus amigos muertos, exiliados y torturados. Sonó el teléfono varias veces y varias felicitaciones se sumaron. Salió a la calle, todo parecía tranquilo, excepto por algunos autos que hacían sonar sus bocinas. Llegó a la plaza donde cientos y luego miles celebraban, se abrazaban, reían, gritaban y se besaban. Era igualmente extraño. Marchó de aquí para allá, de allá para acá, se mojó, gritó, se encontró con amigos de años y abrazó a muchos sin saber a quienes.
Se hizo la noche, llegó cansado a su casa, se acostó miró el techo antes, y se durmió tranquilo.